PLAY | PLAYLIST ALMA | Coastline – Hollow Coves
El viernes pasado,
post cumple de Mr. P, tuvimos nuestra primera cita de novios en muuuuuchos
meses. Raro porque nadie elegiría un viernes a las 9 de la mañana, pero esa fue
la belleza: cortar con la rutina vertiginosa de una semana alocada (¿semana?
¿Año? ¿Década?), y regalarnos un rato para charlar tranquilos, sin nadie a upa,
y con la mano en una taza de café espumoso…
El viernes pasado
nos encontramos (oh sí, encontramos: él post dejar a Dindu en el jardín, yo
post actualizar las stories de @tiendasuperi
y responder los primeros mails del día en la oficina) en Yapán, un
templo cancherísimo de los sabores al que le tenía muchas ganas desde el verano. Hay algo MUY MÁGICO en esa esquina: ahora, y gracias a haber
levantado las vías del tren, es de alto tránsito pero se siente como suspendida en el tiempo, sin prisa, como que todo lo
que pasa en la ciudad que te rodea le pasa a otros, no a vos. Esa sensación es
hermosa, y corresponde a un hermoso lugar…
Yapán tiene encanto Instagrameable por donde lo
mires, tiene mostrador zarpadamente tentador, tiene almacén de
productos para comer de forma saludable + muuuchos tipos de panes caseros para cuando te agarran ganas de
YaaaaPán, tiene atención expeditiva
dentro del local cuando vas en plan take
away, y tiene atención amabilísima
cuando te sentás a disfrutar tu desayuno en cualquiera de las mesitas que
copan la vereda, o en las pocas que pueden estar dentro (¡también tiene barra
que mira para afuera, es espectacular!). Y además tiene un buen vecino llamado Dante, que hace pastas a mano, y también hace pizzas, y facilita vinos + productos de mercado
del universo de las pastas. Tan buenos vecinos son que están conectados por
una puerta interna. ¡La próxima la vamos a cruzar!