[Precaución: este es un post largo y no se me ocurre con qué canción puedo acompañarlos. Probemos con esta, pero igual no se si es la ideal…]
El otro día pensaba qué tan ligados están mis días a las palabras. Mi vida, básicamente. Madrugo y escribo en Alma. Después, dependiendo el día, escribo para otros blogs o paso directamente a responder mails, gestionar información para notas y luego escribirlas. Palabras grandes, palabras chicas, frases graciosas, frases aburridísimas, datos de color y datos de contacto. Palabras, palabras, palabras. Y fluyen, llegan a su destino, sea cual fuera.
Por las noches mis palabras descansan pero trabajan otras. Las de los libros que estoy leyendo. Y me sumerjo en mundos fascinantes (o destemplados), absorbo la historia y sus repercusiones, garabateo oraciones, las subrayo y las hago mías, soñando algún día poder volver a sentarme a escribir sólo para mí, como cuando era chica. Todavía me acuerdo… las hojas rayadas de carpeta, el mismo escritorio que me recibe en este momento y alguna birome azul pero con cuerpo colorido. Horas enteras escribiendo cuentos archivados en una caja de zapatillas (ahora a eso le decimos blog, ¿no?).

El punto es que volví a pensar más allá del flujo de palabras diarias. Hasta estoy tratando de tomar mi propio consejo, que hace ya un tiempo largo le propicié por mail a un amigo que juraba que no tenía nada de escritor ni podía escribir…
[Ahora, al microscopio. Tu adn se te está cagando de la risa en tu cara, ¿te diste cuenta? Miralo, todo rojito y contento. Él tiene escrito ESCRITOR all over its face... Son tus musas las que están un poco dispersas, me parece. El día que menos te lo esperes, el lunar de una chica en el subte se va a convertir en un adjetivo. Ese adjetivo va congregar palabras hasta formar un equipo: la primera oración. Y a esa no le va a gustar quedarse sola. Que vengan 7 más. Párrafo. A su vez, otros tres más. Cortito salió el primer capítulo. Pero salió.]

A mí los lunares de las chicas no me llaman ni la mirada y, como hace tiempo ni una linda taza de café me lleva a garabatear palabras, decidí buscar ayuda. Soy una “garabatera” en recuperación.
La mano llega en forma de taller de creatividad literaria, amablemente dado por la socióloga y poeta Guada Wernicke. Ayer participé del primer encuentro y, en menos de dos horas, logró activar algo. Este post, ponele. Y creo que no fue solamente la obra que nos congrega (La pasión según G.H. de Clarice Lispector), tan cargada de sensatez y sentimiento. Intuyo que fue la calma de estar sentada en una biblioteca pintoresca, de conocer la historia de la autora, y dejarme llevar por los caminos creativos de Guada. Puede que ya sea hora de volver abrir esa caja de zapatillas…
Les dejo una frase que me gustó mucho de ese libro…
Estoy intentando comprender. Intentando dar a alguien lo que viví y no se a quién, no me quiero quedar con lo que viví.
(Lo bueno es que todavía me quedan 157 páginas más por leer).
¿Final del cuento? Recomiendo con desesperación que lean La elegancia del erizo de Muriel Barbery, que se encuentren con la tensión de la historia de El último encuentro de Sandor Marai y, a aquellos que sienten placer en ligar sus días a las palabras, que consideren asistir a este taller (y/u otros) de Guada para abrir su propia caja de zapatillas.
Guadalupe Wernicke
guadawerni@gmail.com
15 5097-5635
Talleres de creatividad literaria (grupales e individuales) en Capital, Tigre y San Isidro.